miércoles, 11 de septiembre de 2013

viernes, 17 de mayo de 2013

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viernes, 25 de enero de 2013

UNA FINA ARTIMAÑA.


Jesús Peraza Menéndez
Una fina artimaña
“Las ciencias sociales están presentes bajo formas más o menos perversas, en la realidad social.”
(Bourdieu, 1997)

El discurso de Enrique Peña Nieto en Las Margaritas, municipio chiapaneco y zapatista, es un discurso evasivo, sobrepuesto, fantasioso que se da en un espectáculo-mediático el que monta sobre la realidad social-india y del hambre acumulada por el pueblo de México. Se hace ignorando las causas del hambre crónica e histórica, ni las explica y no las resuelve. Lo que significa cambiar la vida deteriorada de varias generaciones con pérdida de estatura, malformaciones congénitas, con enfermedades de la miseria como desnutrición, varios tipos de cánceres, respiratorias, intestinales desde la infancia, que no se atienden con placebos ni paliativos audaces y oportunistas.
En realidad, esta sociedad posee medios humanos y técnicos para suprimir la miseria en su forma material más grosera. No conocemos otra época en la que existiese esta posibilidad en la medida que hoy existe. Sólo el orden de la propiedad concentrada en una elite impide su realización. La totalidad de la teoría económica oficial, de las ciencias del espíritu y de la filosofía, de la escuela, el arte y la prensa, consideran como una tarea principal encubrir, empequeñecer, esconder o negar este hecho monstruoso. (Horkheimer/Ocaso).
En esto el EZLN y Juntas de Buen Gobierno, se han dado a la tarea de construir con conciencia, imaginación y objetividad, son pueblos despojados, refugiados en su solidaridad, cooperación y reciprocidad en la sobrevivencia, la que con el EZLN en 19 años han modificado sus hábitos, conductas y relaciones sociales como capacidad transformadora, viven ya sin el programa de Enrique Peña Nieto y su secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, que habla del hambre pero no de sus causas estructurales de las que son responsables en forma significativa los malos gobiernos con su incondicional subordinación a los grupos fácticos, insaciables depredadores, violentos que disfrutan con la agonía de los pueblos, reprimiendo sus iniciativas y resistencias, en esto reside el hambre.
Quizá el placer más perverso e inhumano sea la capacidad de sobreponerse a las condiciones infrahumanas en las que sobreviven más de la mitad de los mexicanos, dándose explicaciones políticas, culturales, sociales, sin hacer teoría y práctica social realmente liberadora y socioconstructiva. Romper con la miseria académica de las ciencias sociales que ignoran las causas ocultas del desastre existencial de los mexicanos y sobre todo no proponen nada desde sus impenetrables esferas de confort. Hacen teoría social, la que se consume en círculos de autoconsumo con sistemas de premios, medallas, estímulos, más premiados y reconocidos mientras más lejanos son a la realidad de los pueblos, los trabajadores, los productores, los desposeídos.
Arrogancia tecnocrática que pretende ofrecer el bienestar sin los pueblos y a pesar de ellos, son fabricantes de hipótesis como esta de la “atención focalizada del hambre”, o la de hacer de su demagogia un programa de gobierno que es “un proceso social” donde “coinciden” los millones de víctimas del neoliberalismo en una feliz convivencia con su carniceros.
Los desposeídos pueden ser masas objeto de las maniobras del poder, pero crece la conciencia de los pueblos con los medios sobre la irracionalidad y las extravagancias que pagan a las elites con su hambre, es resentimiento entendido como refugio de los que sufren opresión bajo cualquiera de sus formas. Es una gran mentira de aquellos que, en realidad, no participan en los procesos populares y se excusan ante el caso concreto con la gran teoría. Racionalizan su gran inhumanidad. Una fina artimaña: el sistema que debe ser criticado tiene que estar reservado a aquellos que están interesados en él. Los otros que tienen la ocasión de conocerlo desde abajo, son desarmados mediante la despreciativa connotación de que están amargados, deseosos de venganza, son envidiosos. Tienen resentimiento. (Horhheirmer/ Ocaso). El llamado es a hacer ciencia social que derive en acción y no en fatalismo histórico, resignación o conformismo o en el tibio acomodo de sus creadores que se suman a la impunidad sistémica.